Retozando
por esos mundos de Europa entre latitudes inesperadas, asoman a
nuestra vista paisajes, lugares y poblaciones que llenan de asombro,
que subliman el espíritu como las antologías infantiles de los
cuentos de hadas. Singulares trazos de belleza y de candor, de
historia sencilla y bordada por el tiempo, de aromas impertérritos
de una gran racha de perfumes de otrora. Canción del alba, entre las
brisas del mar del Norte, donde las nubes son almohadas de ilusiones
para dormir la belleza. Allí
te sientes como un juglar del siglo XVI, entre la paz y el eco de las
sombras. Conjugas inconscientemente el ayer con el presente, entre
pasos de silencios y horas sin frontera; te sumerges en la quietud de
su puerto, -entre los barcos de pescadores que navegan con su
historia-, y en el olor salobre de sus aguas. Oyendo el coro de
marineros que canta deliciosamente, buscas sin buscarlo el cielo del
ayer, aquel de siglos atrás, de esas épocas de pasos perdidos donde
los cantos de los mariner…