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Entre
luciérnagas
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Por
Martín
Giménez Vecina
-¡Déjate
de cuentos chinos!-, decíamos en aquellos años donde los sueños se
meraban con las realidades. Cuando bajábamos de las nubes del
onirismo y nos quedábamos entre las palpables realidades de los
hechos; pero habíamos logrado viajar por las praderas de nuestras
ilusiones, con la luz de la luciérnaga que salía de nuestro magín.
Cuanta
ilusión solapada hay en el último libro de Francisco Bonal García.
Es como esas hierbas olorosas del monte, que solo se perciben por el
olfato y que hay que buscar con mucha intención de hallarlas.
Ilusiones que manan silentes de cada frase, de cada hueco de esa
toponimia del pensamiento, entre el escarceo relajante de la voz del
alma.
Esas
luciérnagas de la mente, esas noctilucas, alumbra noches, candelas,
candelillas, gusanos de luz, cocuyos, cocuy, alúas y lucernas, que
se van desprendiendo de todas y cada una de sus páginas, hacen de su
libro “Entre la luz de las
luciérnagas”, un
pasillo de coincidencias y un enjambre de sueños. Y dejan sabor de
pan, de alimento escrito con la molienda de las ilusiones.
Me
ha gustado ese libro, ese apéndice del sentir de mi amigo Paco
Bonal. Y le vuelvo a felicitar por su escueto, -pero profundamente
amplio-, modo de ver y plasmar las luces de la vida, los oropeles de
la sociedad en que vivimos.
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19
de mayo de 2012
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