Retozando
por esos mundos de Europa entre latitudes inesperadas, asoman a
nuestra vista paisajes, lugares y poblaciones que llenan de asombro,
que subliman el espíritu como las antologías infantiles de los
cuentos de hadas. Singulares trazos de belleza y de candor, de
historia sencilla y bordada por el tiempo, de aromas impertérritos
de una gran racha de perfumes de otrora. Canción del alba, entre las
brisas del mar del Norte, donde las nubes son almohadas de ilusiones
para dormir la belleza.
Allí
te sientes como un juglar del siglo XVI, entre la paz y el eco de las
sombras. Conjugas inconscientemente el ayer con el presente, entre
pasos de silencios y horas sin frontera; te sumerges en la quietud de
su puerto, -entre los barcos de pescadores que navegan con su
historia-, y en el olor salobre de sus aguas. Oyendo el coro de
marineros que canta deliciosamente, buscas sin buscarlo el cielo del
ayer, aquel de siglos atrás, de esas épocas de pasos perdidos donde
los cantos de los marineros aunaban las fuerzas para alcanzar la
redada obtenida; penetras en las sombras de sus árboles centenarios,
intentando encontrar en sus hojas estampas e imágenes del entonces;
caminas por sus calles, queriendo encontrar en un bello recodo a
aquel secular viejo marino que surcó los mares y luchó contra los
elementos desatados, para que nos narre alguna de sus fantásticas
vivencias en el mar.
¡Que
bello exponente de historia! Cuesta trabajo tener que abandonar tanta
sencilla belleza, tanta conjugada expresión de los tiempos, tantas
luces del entonces y los brillos y matices que dejaron impresas en
las horas. ¡Adiós Greetsiel!; con señuelo de intencio
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Greetsiel
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Por Martín Giménez Vecina. Quizá sea una de las cuestiones de nuestro tiempo: la gramática. El estudio de la misma siempre fue un punto crítico, trascendental, respecto a la ortodoxia del lenguaje, un elemento de enseñanza y posterior conocimiento, que era importantísimo a la hora de un sinfín de cuestiones para situarse en los más variados empleos. Y dentro de la misma, el vocabulario. Ese precioso cofre donde se guarda la inmensa riqueza y fortuna del lenguaje. Siempre que he leído, he tenido junto a mí un buen diccionario de la Lengua Española. Y si alguna vez, por circunstancias imprevisibles no lo he tenido, todo aquel vocablo que no lo conocía en profundidad lo anotaba para posterior investigación del mismo y comprensión. Obvio es decir que, esos vocablos que pertenecen a la etnia de nuestras regiones, de nuestros pueblos, de nuestra ancestral cultura, han constituido siempre plato apetecido. Y con el permiso de vosotros, quiero ir analizando, -de vez en cuando-, esa “pal...
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